Más allá del número de circo la hipnosis se utiliza ya para dejar de fumar, aliviar dolor, adelgazar y en tratamientos psicológicos. La falta de regulación, el intrusismo profesional y los escasos informes médicos que la avalen ponen en duda su eficacia, pero ¿realmente funciona?, ¿podemos dejar de fumar mediante la hipnosis?

Se conoce como hipnosis un estado de concentración extraordinario en las vivencias internas de la persona. El hipnotizado focaliza toda su atención y percepciones en un objeto, una sensación, un olor, un sentimiento, una vivencia o un pensamiento llegando para ello incluso a modificar su comportamiento, su percepción del entorno y sus emociones. Es un profundísimo estado de relajación física y psicológica, del cuerpo y de la mente. La hipnotización consta de cuatro momentos: la introducción al trance, la profundización, la intervención y la vuelta a la normalidad.

La mayoría de los médicos no consideran que la hipnosis sea una terapia en sí misma pero el estado de profunda concentración que genera permite aislarnos del entorno y puede ayudar para algunos tratamientos médicos contra el dolor o psicológicos. Así la hipnosis no nos ayudará a adelgazar o dejar de fumar si no estamos plenamente convencidos de hacerlo, pero puede echarnos una mano para depender menos del tabaco durante más tiempo o incluso olvidarnos de él.

Aunque no puede curar enfermedades la hipnosis muestra cierta eficacia como complemento a tratamientos psicológicos relacionados con casos de ansiedad y adicciones. Ocho de cada diez casos que tratan los hipnotizadores tienen que ver con estos comportamientos. Fobias, miedos, traumas, problemas sexuales, depresión, falta de confianza, dolores agudos son también tratables mediante hipnosis. El tabaco y el sobrepeso son temas recurrentes en las consultas de los hipnotizadores pero también las regresiones al pasado en busca de una experiencia pasada origen de un trauma presente. En Israel los hipnotizadores intentan aplicar sus técnicas en la mejora de la fecundación in vitro.

La hipnosis no es un método mágico aunque tenga su origen en el mundo del espectáculo. Desde el siglo XIX se viene aplicando al campo médico siguiendo el método científico para ganar credibilidad. Sin embargo su falta de regulación la ha mantenido lejos de los laboratorios y más cerca de los telones rojizos de las barracas de espectáculos ambulantes. El intrusismo es enorme y es difícil distinguir un buen hipnotizador de un farsante. No existe un colegio oficial de hipnotizadores como sí lo hay de médicos o enfermeros aunque el Colegio Oficial de la Psicología de Las Palmas de Gran Canaria (COPLAS) considera la hipnosis una prestación sanitaria más.

Los mitos que enturbian la hipnosis son fruto de esta falta de regulación que ha hecho que siga viéndose como un espejismo mental, un truco con trampa. Uno de estos yugos con los que carga la hipnosis es la creencia de que el hipnotizado es una marioneta del hipnotizador, cuando en realidad no puede hacer o decir nada contra su voluntad, aunque el hipnotizador sí puede guiarla. Tampoco se consigue mediante hipnosis ningún poder mágico sobrenatural ni incrementar la inteligencia o la fuerza. Y por supuesto es inútil sin esfuerzo. El hipnotizado debe querer serlo, sin un esfuerzo de concentración no funcionará. En la mayoría de ocasiones son necesarias varias sesiones para conseguirlo.

Por tanto la hipnosis aún sin estar regulada como una profesión médica puede servir de complemento a algunos tratamientos, más psicológicos que físicos, aunque no es inmediata y requiere de una predisposición previa del paciente a solucionar su problema.