Casales contra la pobreza

Están riquísimos” grita Luz María con una sonrisa de oreja a oreja mientras enrosca con el tenedor, cómicamente, los últimos espagueti que le quedan en el plato. El pescado rebozado espera su turno. Tiene 5 años y una mirada profunda que lo dice todo. Todavía es pequeña para comprender que gracias al esfuerzo de la Fundació Escó y de sus voluntarios este verano va a ser inolvidable. Quizás algún día alguien le cuente que cuando su familia hacía malabares para llegar a fin de mes, pudo disfrutar de unas vacaciones repletas de juegos, talleres, caricias, chapuzones, amistad y algo que para ella todavía pasa desapercibido: una dieta equilibrada.

Fundació EscóComo Luz María, casi un 30% de niños catalanes se encuentran en riesgo de pobreza y un 15% vive en hogares en los que todos sus miembros están en el paro. Por ello, la apertura de casales durante los meses de verano es un bálsamo para las familias y una válvula de escape para los más pequeños. En los casales hay diversión garantizada pero también tres comidas diarias: desayuno, comida y merienda. No hay que olvidar que una de las consecuencias más alarmantes de la pobreza infantil es la malnutrición. En 2013 un informe del Síndic de Greuges puso los datos sobre la mesa: 50.000 niños catalanes padecían malnutrición a causa de la crisis y los recortes. “Nuestro objetivo es fomentar su desarrollo social, ofrecerles actividades que de otra forma no tendrían y prepararles cada día menús equilibrados, donde no falten la carne, el pescado y las verduras…aunque para ellos eso es lo de menos. Son niños y no vienen pensando que este es un casal diferente” comenta Puri Iglesias, educadora de la Fundació Escó, una entidad que lleva 30 años ofreciendo apoyo a las familias más vulnerables del barrio del Raval en Barcelona. Este verano atienden a 150 niños divididos en diferentes turnos. Una tarea que se lleva a cabo gracias al motor de la solidaridad: los voluntarios que renuncian a sus vacaciones para atender a los pequeños, las donaciones económicas, los víveres que aporta el Banco de Alimentos, las becas para los chavales y la cesión del colegio Rubén Darío para acoger el campamento urbano son imprescindibles para el día a día. Sergi es uno de los monitores de ocio que este verano vuelve a vivir rodeado de pequeños de entre 3 y 12 años. “Siento que formo parte de algo grande, aquí hay compromiso social, compañerismo y respeto”, apostilla.

La risueña Luz María no está sola en su aventura veraniega. El comedor retumba con el griterío, los cubiertos cayendo de las mesas y las risas de otros 20 niños. “Me lo estoy pasando muy bien este verano” deja claro Adam mientras Omar se hace el remolón con el pedazo de melón que hoy toca de postre. “Es que no quiero más!” refunfuña. La mayoría está deseando levantarse de la mesa y seguir con los juegos. Esta mañana han dado rienda suelta a la imaginación con el taller de barro. Cada uno ha moldeado una figura pero no atinan a explicar que han creado. Dana intenta explicar con sus manos rollizas que su bolita de barro se ha convertido en una capucha. Esta tarde toca jugar de nuevo en el patio. Mañana se remojarán en la piscina. Mientras acaba el turno de comida, Carla, una de las voluntarias de la fundación intenta que todos rebañen los platos. “El año pasado ya estuve y este año he querido repetir. Estudio trabajo social y de este modo aprendo pero sobretodo me siento bien porque puedo ayudar a que tengan un verano con todos los ingredientes” dice orgullosa.

La labor de los voluntarios y de la Fundació Escó no acaba con el fin del verano. Durante todo el año la entidad echa un cable a las familias en riesgo de exclusión social con espacios de acogida, jornadas de formación, asesoría jurídica y orientación laboral.

Si quieres colaborar: www.fnesco.org

Autor: laura
Título: Casales contra la pobreza
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Categoría: En Positivo
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